Hoy es domingo, está nublado y a veces llueve. Lejos de la melancolía, lo que tengo es sueño, pero antes de dormir la siesta debo dejar constancia de estos ravioles que saben a gloria. De verdad, los sabores explotan en la boca e inundan los sentidos Sorprende la combinación de sabores. Si es en buena compañía, mucho mejor.
Aunque, debo admitirlo, me equivoqué de salsa. y es que durante la semana tengo tanto trajín que me resulta difícil organizarme con las compras y tener en la alacena y en la heladera esos pequeños tesoros que hacen de la comida cotidiana un bocado exquisito...
Por eso tengo que agudizar la imaginación, pienso que así habrán hecho nuestras abuelas y ¿por qué no, mi madre? en épocas de escasez. Y así, estoy segura, salieron delicias de las alacenas pobres y las cocinas ávidas de alimentar a la familia.
Ingredientes abundantes para dos comensales:
Masa
Harina integral 150 g
huevos 1 y medio
sal 1 cucharadita
ralladura de medio limón
aceite de oliva 1 cucharada
Relleno
Ricota blanda 150 g
medio huevo
nuez 1
ralladura de limón 1 cucharadita
sal y pimienta a gusto
Así se hacen:
Lo primero: cascar los huevos en un recipiente y batirlos. Separar un cuarto de esa cantidad y reservarlo. Acto seguido, hacer una corona en la mesa y agregar todos los ingredientes. Amasar, hacer un bollo bien liso y dejar reposar unos veinte minutos. Mientras tanto, hacer el relleno.
Cuando pasó el tiempo, estirar la masa y dejarla muy finita. Si la estirás con el palo, como me tocó a mi (no vale la pena bajar, desembolsar, ensuciar y limpiar minuciosamente la Pastalinda para tan poca cantidad), de paso, ahorramos en el gimnasio... jeje
dejamos reposar la masa para que se oree un poco. Tarea extra difícil con 80% de humedad.. Lo intentamos.
Mientras descansa nuestra masa, hacemos el relleno. Colocamos la ricota en un bol, le agregamos el medio huevo que habíamos reservado, picamos la nuez en trozos bastante grandes para que se sienta al masticar, rallamos el limón, condimentamos y mezclamos.
Cuando todo está listo, hacemos montoncitos de relleno en una de las láminas de masa, rociamos con agua para que se peguen bien y tapamos con la otra lámina. hacemos presión alrededor del relleno para adherir perfectamente las masas, cortamos de la forma deseada, puede ser con cortapastas de alguna forma en particular, de acuerdo a los comensales o cuadrados con la ruedita, si no hay ruedita, con cuchillo. ¡No hay excusas!
Calentamos agua, la proporción es 1 litro de agua por cada 100 g de pasta con un puñado de sal, sin exagerar. Cuando el agua hace borbotones colocamos los ravioles en la olla y cuando suben, esperamos 2 minuto y los retiramos con espumadera y mucho cuidado. Colocamos en la salsa y servimos.
En mi caso los acompañé con pechuga de pollo salteada con verduras a la que después le agregué un salsa portuguesa, pero me parece que una salsa de varios quesos o crema infusionada con cáscara de limón y tomillo irían de maravillas.
Espero que los hagan y me cuenten.
¡Que tengan una semana de abundantes bendiciones!
Sean felices
¡¡Cómo me gusta esto, Moni!!
ResponderEliminarHace años que no preparo ravioles y tengo que volver a hacerlos. Qué rico. Es cierto que quizá una salsa menos contundente hubiese marcado la diferencia, pero este plato así como nos lo traés es tan de hogar.
me encantó la reflexión con la que iniciás el post. Esa cocina antigua, de escaséz y aprovechamiento genuino por conviccióny no de moda efímera es la que más me gusta, siempre.